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Cultura de la Sostenibilidad para cuidar nuestra casa común

Josemanu GUTIÉRREZ BASTIDA
Asun FERNÁNDEZ OSTOLAZA
Joxan AUZMENDI AIERBE

Los primeros días del mes de diciembre de 2015 el mundo entero estuvo con la mirada puesta en París, donde se celebraba la cumbre mundial COP21 para alcanzar un acuerdo internacional sobre el Cambio Climático. Los países asistentes a dicha cumbre han empleado cuatro años en negociar, acordar y firmar el Acuerdo de París.

Pero el Cambio Climático no es el único problema originado por la torpeza humana. La destrucción de la capa de ozono, la pérdida de suelos productivos, la extensión de los desiertos, la degradación de los bosques, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de los océanos, la acumulación de ingentes cantidades de residuos... y el agotamiento de recursos (recursos energéticos no renovables inclusive) son , entre otros, los problemas ambientales más graves a nivel mundial; al mismo tiempo han aflorado problemas sociales de enorme magnitud como el aumento de la polarización entre ricos y pobres, las guerras y sus consecuencias y el desequilibrio norte-sur, por citar algunos.

No estamos frente a un conjunto de problemas inconexos, sino frente a un enorme problema de carácter sistémico. Por tanto, el Cambio Climático y demás problemas son síntomas, puesto que la raíz del problema está en el estilo de vida occidental, en sus valores: el dinero, la competitividad, el poder, la seguridad, el miedo... El modelo económico actual ignora las reglas de la biosfera y no está al servicio de toda la población mundial; al anteponer el interés crematístico al resto de factores, la esfera económica ha marginado la esfera moral, acarreando así la decadencia de las sociedades humanas. No es una crisis de la naturaleza, sino una crisis de conocimiento y una crisis de valores; en definitiva, es una crisis de nuestra civilización.

El reto está en poner el foco de atención en otros valores, aunque ello no resulte fácil; es preciso abandonar la ética antropocéntrica impulsada por la lógica capitalista y adoptar una nueva ética. En este aspecto es de destacar el nacimiento del concepto de “desarrollo sostenible” en la década de los años 60 del siglo anterior, en especial la interpretación que de dicho concepto dio a conocer el Informe Brundtland en 1987: “Desarrollo sostenible es aquel que es capaz de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer los recursos y posibilidades de las futuras generaciones para atender sus propias necesidades.” Aun siendo un concepto poco preciso, cabe señalar que implícitamente reúne las siguientes ideas:

Hay más de una definición de sostenibilidad1 en función de las distintas percepciones teóricas y políticas para su comprensión. No obstante, existe un núcleo común donde confluyen la reorientación del desarrollo económico y su estrecha relación con las cuestiones socio-ambientales (ecológicos, sociales, culturales, etc.). Por otra parte, tampoco tienen el mismo significado en las sociedades enriquecidas y en las empobrecidas.

Argazkia: CC BY - calafellvalo

El Cambio Climático y demás problemas son síntomas, puesto que la raíz del problema está en el estilo de vida occidental, en sus valores: el dinero, la competitividad, el poder, la seguridad, el miedo...
Foto: CC BY - calafellvalo

Por tanto, el desarrollo sostenible no se puede conseguir únicamente mediante soluciones tecnológicas, la reglamentación política o los instrumentos financieros. El logro del desarrollo sostenible exige un cambio fundamental en las mentalidades que desemboque en cambios prácticos.

La Educación para la Sostenibilidad, que postula la interdependencia del medio ambiente, la economía y la sociedad, puede propiciar este cambio. Además, la Educación para la Sostenibilidad puede contribuir a impulsar políticas y medidas en favor del desarrollo sostenible a fin de responder a las distintas necesidades mundiales, regionales, nacionales y locales.

La sostenibilidad es la clave para el futuro de la vida en el planeta; y la Educación para la Sostenibilidad resulta imprescindible en este camino ya que se revela como instrumento indispensable para el desarrollo de la necesaria Cultura de la Sostenibilidad con que la humanidad afrontará la lucha contra la injusticia social, contra la falta de equidad,... con el fin de transformar el mundo con un cambio social que aliente la gobernanza global, la equidad, etc.

El concepto de Cultura nos lleva a toda creación material y espiritual desarrollada por el ser humano, entendida tanto como proceso como resultado, y de carácter universal. Siendo este concepto de cultura de carácter integral y holístico, al unirse a la propuesta de un desarrollo de la sostenibilidad amplía su significación al incluir conocimientos científicos, necesidades, fines, valores, aspectos jurídicos, voluntad económica y política, visión filosófica y los factores tecnológicos que permiten el camino hacia la sostenibilidad; pero, ante todo y sobre todo, incluye unas nuevas concepciones éticas y morales que dan cobertura e impregnan todo lo anterior.

Por tanto, la Cultura de la Sostenibilidad supera la dicotomía entre necesidades humanas y límites del planeta, entre economía y ecología, entre los logros de la cultura y la naturaleza. La Cultura de la Sostenibilidad ayuda a repensar la idea de entender la naturaleza como instrumento o recurso, la conducta de su dominio por el ser humano, la idea de la relación de exclusión entre sociedad y ecología; elementos todos ellos fuertemente arraigados en la modernidad y que tienen como consecuencia un consumismo exacerbado y una crisis socio-ambiental sin precedentes.

Si convenimos que la causa de la crisis ambiental que nos lleva hacia el colapso se deriva de una manera de entender la relación entre el ser humano y el mundo, acordaremos que esa causa es fundamentalmente ética. Por tanto, el cambio hacia el que proponer y desarrollar la Cultura de la Sostenibilidad tiene que venir inexcusablemente de la mano de la ética. Una ética que sitúe como máximo valor y como centro de toda reflexión y acción la vida y la trama de la vida. Una ética basada en el pensamiento complejo, ya que el pensamiento complejo, tal y como afirma Morin, nos lleva a una ética de solidaridad y que une el saber con el deber. Una ética basada en la acción, acción como una manera de ser, de saber, de vivir y de actuar.

Los conocimientos y las informaciones deben vincularse con la afectividad, de modo que los valores además de reflexionados también sean sentidos. Deben estar dirigidos a la acción positiva. La Cultura de la Sostenibilidad propondrá en positivo comportamientos que a simple vista puedan ser percibidos como sacrificios, trayendo al primer plano el aspecto “positivo” que puede estar oculto detrás del aspecto “negativo” (resiliencia).

Entendiendo la felicidad como “bienestar subjetivo”, la calidad de vida reflejada en este bienestar puede ser comprendida como un conjunto de condiciones ecológicas, socio-económicas y culturales, como una trama de relaciones que configura el marco de existencia de una comunidad humana.

Argazkia: CC BY - jacinta lluch valero

La creencia de que el ser humano no depende de la naturaleza es errónea. Todos los seres vivos, el ser humano incluido, somos interdependientes y ecodependientes.
Foto: CC BY - jacinta lluch valero

Los elementos que van a contribuir en el desarrollo de la ética sobre la que se construya la Cultura de la Sostenibilidad son los siguientes:

• Ecocentrismo o biocentrismo. Superación del actual enfoque antropocentrista a un enfoque centrado en la vida. Entendiendo que la vida, en cualquiera de sus formas, es valiosa intrínsecamente. La creencia de que el ser humano no depende de la naturaleza es errónea. Todos los seres vivos, el ser humano incluido, somos interdependientes y ecodependientes.

• Pensamiento complejo. Superación de los reduccionismos. Enfoque que entiende la biosfera como un sistema y que interconecta las distintas dimensiones de la realidad para analizarlas holística, dialógica e interdisciplinarmente.

• El principio de precaución ha de ser aplicada siempre que en una situación de incertidumbre científica se prevea que hay riesgo de alguna consecuencia medioambiental grave o irreversible.

• La interdisciplinariedad es indispensable para la Cultura de la Sostenibilidad: las disciplinas se utilizarán como herramientas para la comprensión y resolución de problemas ambientales. Son clave la colaboración y la coordinación entre diversos agentes.

• Equidad. Superación del viejo modelo ético asentado en la idea de igualdad. La equidad se asienta en la evidencia de que no existe mayor injusticia que tratar como iguales a los desiguales.

• Economía ecológica. Superación de la economía de mercado por una economía basada en la vida. Economía que satisface las necesidades humanas, pero unida a la ecología y atendiendo a los límites del planeta.

• Visión planetaria. Ayudar a sentir que todos, seres humanos y demás seres vivos, compartimos un mismo planeta, y a percibir los problemas lejanos (globales) como cercanos (locales) y las necesidades de todos como propios.

• Solidaridad sincrónica y diacrónica. Unión de la respuesta generacional e intergeneracional a las necesidades y prioridades de acción sobre las personas en situación desfavorecida.

• Ciencia y tecnología sociales. Superación de la lógica del mercado. La tecnología y la ciencia no son neutras, están condicionadas por las prioridades de quienes las fomentan y condicionan a quienes la utilizan.

• Acción. Transformación del pensamiento en actuación como una manera de ser, de saber, de vivir y de actuar. Cuestionamiento del origen de la crisis ambiental, trabajar el conflicto, adoptar decisiones y desarrollarlas en acciones socialmente transformadoras, reales y significativas.

• Evaluación y crítica. Dado que los problemas ambientales están condicionados por conflictos entre distintos intereses a la hora de utilizar recursos, lo adecuado sería tratarlos como problemas sociales; es imprescindible identificar y analizar dichos conflictos de intereses y su influencia en nuestro futuro.

• Participación. La Educación para la Sostenibilidad no debe estar dirigida solamente a la protección de la naturaleza, sino también a la participación crítica y a responsabilizarse de las decisiones y acciones vinculadas a los medios natural, social, cultural y económico. Asimismo debe desarrollar competencias para la acción, es decir, capacitar para tener criterios propios a la hora de tomar decisiones y optar.

Finalmente, debe educar para la participación: para tomar parte, compartir responsabilidades e implicarse en acciones conjuntas; por tanto, el concepto de participación está estrechamente relacionado con el concepto de democracia.

• Coherencia. Es preciso que las acciones de Educación para la Sostenibilidad sean coherentes; debe haber conformidad entre mensaje y acción, objetivos y medios, y las metodologías deben ser compatibles con los fundamentos éticos.

El desarrollo de la Cultura de la Sostenibilidad impulsa una forma de relación con el mundo centrada en el “vivir aquí juntos”, una relación contextualizada y ubicada, que implica la responsabilidad colectiva respecto a los sistemas de vida —de los cuales formamos parte— y que necesita competencias para insertarse de manera eficaz en las dinámicas políticas de decisión y acción relativas a los asuntos socioecológicos, es decir, colabora en la construcción de ecociudadanía.

El Acuerdo de París puede ser un paso importante, pero sólo eso, un paso más. Habrá futuro, si es sostenible. Quizá no garantizaremos ese futuro con la difusión de la Cultura de la Sostenibilidad, pero al menos así no aseguraremos el fracaso.

FUENTES EMPLEADAS:

1 En este artículo se utilizan como términos equivalentes “desarrollo sostenible” y “sostenibilidad”.

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